La Casa de Tucumán, propiedad de doña Francisca Bazán de Laguna, donde se declaró la independencia y se realizó el primer festejo de ese día. Luego de la firma de la declaración de Independencia, y según cuenta el general Lamadrid, se propuso realizar una fiesta para celebrar el acontecimiento; esta tendría lugar la noche del día siguiente, 10 de julio, en el patio de la misma casa de la anfitriona, doña Francisca Bazán de Laguna. No obstante ello, sería el 9 de julio de 1816 cuando el pueblo de San Miguel de Tucumán festejó con algarabía el acontecimiento en las afueras de la ciudad, a donde asistieron más de cinco mil personas.
"Más allá de la pompa de la celebración, una honda preocupación por el rumbo de la nación invadía los espíritus reflexivos, ganados por un pesimismo creciente". De esta manera la celebración del Centenario visibilizaba los conflictos al colocarlos en el espacio público, donde no era posible enmascararlos. De esta manera la nación prepara los festejos a partir de una mirada de una clase que está afincada en el territorio que contrasta con la realidad migratoria y la autóctona, dejando de esta manera entrever la confrontación de la nación como proyecto político con sus límites: indios e inmigrantes dentro de una nación pensada por blancos.